domingo, 25 de noviembre de 2007

La Ciudad que iba a Heredar

Santurce era la ciudad que iba a heredar. La avenida Ponce de León tal como la conocí de chiquita, con el Nilo, La Ferretería Europa, González Padin, Woolworth, los cines, todo lo iba a heredar. Solo me faltaba crecer. Y crecí pero no herede lo que creí. Aquella ciudad de calles con casa tras casa con jardín y verja y sus avenidas de tiendas colmadas solo existe en el recuerdo de uno que otro y al lado en el presente de algún edificio esgalbado que nada tiene que ver. Quien me manda a ser tan nostálgica. Quien me manda a ser tan ilusa de pensar que nada iba a cambiar.

No tenia idea de que Santurce fuera tan joven. Al cabo del tiempo y de registrar aquí y allá he descubierto lo que en la escuela no aprendí. O no me enseñaron. Como me críe antes de que Don Ricardo Alegría descubriera a los Tainos y le diera la importancia que merecía la raza negra en nuestro desarrollo como pueblo, a esto no se le daba importancia. Tampoco tenía idea de que las murallas habían contenido a San Juan hasta que exploto y no pudo más a principios del siglo pasado. Me parecía que todo eso había pasado en la época prehistórica y solo hacia 50 años. Creía que San Juan y Santurce habían existido siempre.

Pero Santurce sí cambió y aunque hubiera preferido no vivirla me he visto obligada a ser testiga de su transformación. Comprendo perfectamente las razones por las cuales Santurce tenía que cambiar y continúa haciéndolo. Pero yo hubiese preferido heredar un Santurce a la Vancouver, dos grandes avenidas nutriendo la ciudad, Fernández Juncos y Ponce de León, con su recua de calles llenas de casas y edificios de 3 o 4 pisos con jardín y verja.

Soñaba con vivir en unos de esos edificios viejos de Santurce, con muchos recovecos y laberintos, escaleras y azotea donde pudiera tener un jardín. Lo he logrado y desde aquí escribo.